sábado, 7 de febrero de 2009

XIV. LA LEY DE MORAGA Y EL CAOS (may.2002)

Las leyes están para respetarlas!’, decía un sabio profesor de una honorable academia, de cuyo nombre no debo acordarme. Claro, lo decía mientras blandía a mano alzada uno de sus apuntes –ahora les llaman ‘paper’-, si hasta me recordó al pastor de ‘Hebrón’, ese show que se hacía en el ‘Lord Cochrane’ y que transmitía el ecuménico TVU (al día siguiente, el mismo canal, mostraban a un cura excomulgando a los divorciados y asesinos de espermios); la verdad es que ese catedrático acusaba gran devoción por ‘lo que estaba escrito’ -cualquier huevada escrita-.

Pensando en las leyes a que hacía alusión aquel magister, uno no puede quedar ajeno a las normativas vigentes para la vida en comunidad, normativas que, dicho sea de paso, establecen los mismos miembros de dicha comunidad; no entidades del ‘más allá’ o del ‘menos acá’, de hecho, tales entidades también son una construcción de los miembros de una comunidad (cualquier comunidad, y de acuerdo a su particular forma de vida). Las leyes que nos dicen cómo conducir un auto, qué hacer cuando nos roba un lanza –bueno, cuando nos roba un empresario... las leyes laborales... lo protegen bastante; él es el ‘llamado’ a generar riquezas, y a disfrutarlas, por cierto; el trabajador sólo la envasa.-, en fin, todo el normamento jurídico de la sociedad debe respetarse, con eso estoy de acuerdo.

También hay leyes que, aunque no se quieran respetar, siempre nos afectan; como son: la ley de Murphy, esa que obliga a pedir prórroga para entregar informes atrasados porque la impresora ‘no quiso imprimir’ –típico de la conciencia animista, la de adjudicarle propiedades humanas a huevadas inanimadas; ...y pensar que el gobierno mantiene a los pedofílicos del OpusGay haciendo su catecismo idiotizante en las escuelas con letra-; o bien, la ‘ley de Moraga’, ese legislador que al parecer era muy amigo de los ‘winer’ seguidores de Smith y de Portales, y que a todos nos toca respetar en algún momento. La ley de moraga también se aplica en esta facultad -aunque está la ley del consumidor, aquella que no hacemos valer los estudiantes de pregrado- cuando se nos priva de clases porque los perlas andan ‘pituteando’ –se acuerda profe que usted mismo lo dijo así?- o ‘perfeccionando’ a los profes del sistema. Estoy seguro que esa no se la hacen a los de postgrado o los del doble título de los sábados. Bueno, por lo menos se nos indemniza. Sí, para compensar la pérdida de clases ponen papel higiénico en el baño –aunque por el puro día-. Tal ves nos quieren decir algo con eso... algo como ‘cagaron los de pregrado!, pónganle confort!’.

Bueno, retomando el caso de aquel ‘doscente’, la idea de respetar las leyes establecidas queda claro, y no queda otra después de escucharle decir que sin leyes ‘se produce la anarquía’, y como yo no soy anarquista y me gusta que todo funcione ordenadito; sin ningún condoro de tipo administrativo; sin ninguna ‘clase’ sin hacer... Pero lo que no me queda claro es que en la actividad académica también existen leyes ¿...?. Bueno, entiendo que en la parte administrativa de una universidad debe haber normativas, pero me refiero al quehacer netamente universitario, a la praxis educativa, una disciplina de las ciencias sociales que se presenta abierta al análisis, a la crítica y, por cierto, al cuestionamiento. Entonces, me resisto a aceptar que en nuestro quehacer académico universitario, y mucho menos en nuestro proceso de formación docente, se pretenda que existen leyes, y que estas están representadas por ‘lo que está escrito’; incluido los papers, apuntes, documentos varios; guías de trabajo, incluidas esas tediosas guías de ‘informe de pasantía’ que se hicieron una vez, se multicopiaron y se dejaron per
sécula en los estantes para repartir al huevonaje que va a molestar a los tutores –hojitas que, por cierto, siempre cuesta encontrar si alguien anda atrasado-.

Resulta, entonces, conmovedor asistir a una cátedra en la que el encargado de dar algunas luces sobre nuestro hacer pedagógico, se muestra reacio a propuestas que no se condigan con ‘lo que está escrito’; contrario a toda práctica que conduzca a la divergencia y a la criticidad. ‘¡Si pretendemos pensar distinto en la sala de clases, ¡se formaría el caos!’ Decía con gran autoridad el atemorizado docente; temeroso de que la clase se le fuera de las manos, o en buen chileno –que cursi- que quedara la cagada con su planificada clase (...sí, oye!).

Ahí está el problema, haberlo sabido... Desde luego, se debe evitar el caos en la praxis educativa, a como de lugar; todo debe quedar tal como está –está tan bien así; entonces el rector de la Chile estaba puro hueveando cuando llamaba al debate en torno a la educación, y decía que el sistema estaba en crisis... ¿adónde la vio?-; cuál es el gusto de buscarle la quinta pata al gato? El caos!, el caos conduce a la anarquía! ¡Cómo se te ocurre pensar que lo que dice este apunte es erróneo? ¡Esta guía de informe es la ley! –aunque él mismo dice ‘guía’, sólo eso, un referente-. Tranquilo profe!, despierte!, ya pasó la dictadura! Ahora se puede decir lo que uno piensa, aunque se piense distinto; y nadie le va a echar tanax por promoverlo en su sala; diga con confianza que es ateo o de izquierda –para qué dice que es budista?- si en la U no echan a nadie, ni por ‘acoso’ ni por ‘ocaso’. Deje hablar a los niños, que ya están bastante peluditos como para observarlo jugar al ‘yo-yo’.

Pero, qué es el ‘Caos’? –profe, esto está escrito!- “El término Caos se refiere a una interconexión subyacente que se manifiesta en acontecimientos aparentemente aleatorios. En la turbulencia de un arroyo es imposible predecir la trayectoria de una partícula de agua. Sin embargo, ese sistema es, a la vez, continuamente cambiante y siempre estable. Si tiramos una piedra al agua el sistema no se desestabilizará, cosa que sí ocurriría en un sistema no caótico.
Ahora, ¿por qué un sistema caótico es tan cambiante? Porque todo esta influido por todo. Todo está interconectado con todo –es decir, el profe con el alumno; él con su compañera; ella con su comadre, y yo con mi compadre Lucho; la profe con usted, etcétera.- ¿Por qué un sistema caótico es, a la vez, tan estable? Por las interconexiones sutiles que se forman al estar todo influido por todo. Más allá de nuestros intentos por controlar y definir la realidad se extiende el infinito reino de la sutileza y la ambigüedad, mediante el cual nos podemos abrir a dimensiones creativas que vuelven más profundas y armoniosas nuestras vidas
.”[1] –media volada caótica-

Y para terminar –por el momento, of course- debo reconocer que todo se debe a que la cuestión generacional se impone. A los viejos los criaron a punta de ‘bacalao’ –se acuerda profe?-, los educó el profesor ‘paletazo en el traste’ –se enojan cuando digo culo- y cuando comenzaban a trabajar les pusieron una bayoneta en la espalda –…para qué repetir È- y pobre del que dijera que no estaba de cuerdo... En cambio, a nosotros nos daban ColaCao.

Ahora bien, no se molesten en preguntarme lo mismo de siempre ‘y quién es ese profe?’. La verdad es que no importa el sujeto, sólo importa el fenómeno, es decir, la situación planteada. Y es en función de eso que debe desarrollarse la reflexión, algo que a todos nos corresponde. Los invito, entonces, a promover el caos en las salas, que de ellas salgan las propuestas que cambien este sistema, que más que sistema parece círculo vicioso. Yo por mi parte tengo que rehacer un informe que hice a mi pinta –seré huevón?-, para ello deberé ceñirme a la guía, a la ley; porque… ¡está escrito!.


[1] http://elcaos.tripod.com

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