sábado, 7 de febrero de 2009

IX. AMORES DE MERCADO: El submundo de los caradura (sep.2001)

Y quién lee tus ensayos? –me preguntaba alguien (que obviamente lo había leído)- a lo que le respondí que no podía responderle, de hecho es imposible saber exactamente quién leerá o recibirá el mensaje, aunque sí se puede estimar los posibles destinatarios y la intención o propósito con el que uno hace, dice o escribe algo. De hecho, Segismundo Freud hablaba de actos fallidos. Todo corresponde al tema de la comunicación y del lenguaje, como el caso de un simpático letrero que se encuentra al ingresar al campus universitario. Me explico.

Pasando por Lenguas, antes de llegar a Derecho, es posible ver un aviso oficial enterrado en el pasto. El letrero dice así: “Por disposición del Ministerio de Salud no se permite la circulación de perros sueltos en el interior del barrio universitario” (...). Es verdad, el ministro de salud, y bajo la aprobación del Rector de esta casa de estudios, ha iniciado una campaña quijotesca de erradicación de todos los perros vagabundos que merodean por la U; de hecho, el letrero está claramente dirigido a ellos, los perros, aunque se entiende que sólo a quienes hayan sido previamente alfabetizados. El análisis posterior corresponde a ustedes.

Ya, está bien, pero... qué ganas con escribirlos? -insistió aquél que asentía con la cabeza mientras leía, y luego de cagarse de la risa- La respuesta, ahora, no es simple. Además, por qué todo debe hacerse con una intención?, para ganar algo?, y... qué es ese algo que se gana?, sólo plata? -obviamente este negocito no me sale muy rentable, ni siquiera se acerca un profe a regalarme hojitas- Lo cierto es que cada local de este mercado ofrece un producto, a precios atractivos, y lo marketea para asegurar su compra. Por mi parte, trabajo a pérdida, toda vez que mi intención es hacer reflexionar, y eso no está muy cotizado en estos tiempos.

Y a propósito de intencionalidad, y aludiendo al título, hace muy poco se comenzó a vivir un fenómeno cuasi novelesco, considerando el objetivo que tienen las telecebollas (sensibilizar con base en situaciones improbables, cuasi un absurdo, con la intención de cautivar a consumidores de huevadas que parecen útiles, por las que pagan sin pensar en la pomadita que le vendieron (como la huira-sacha, que cura desde un ojo de gallo hasta el veiache); si hasta aseguran teorías por que ‘lo dijeron en la tele’) -salió largo el ‘paréntice’- un fenómeno que todo el mundo comenta -como diría un diputado derechista, que no cacha que sólo le cree el 40% de ese mundo (..hay hartos huevones), puesto que se rumorea que se está haciendo frente a la crisis económica mediante novedosas –o a lo mejor no tan novedosas- estrategias de marketing. Si hasta se oyen los gritos de los oferentes ¡Sacar a cien! ¡Llegar y llevar! ¡Sacar a cien! y se oyen en el tercer piso, al fondo a la izquierda, el local es el N°316. Debe ser la crisis que ha sensibilizado a los dueños del mercado local, y han comenzado a ser generosos –algo parecido al caso de Barrio Patronato: ¡Apoye lo nuestro! ¡Lo nuestro es bueno!- y los más contentos son los clientes, que salen con una sonrisa de oreja a oreja, con su ganga en el bolsito. Todos lo comentan ¡Están rematando! ¡Sacar a cien!.

La verdad es que si nos sumergimos en el océano de las suspicacias podríamos llegar a conocer cosas sorprendentes, así es que lo mejor es llevar un tanque de oxígeno para no ahogarse por la sorpresa. Comencemos por mencionar las variables que inciden en este fenómeno, el análisis queda para cada lector: idiosincrasia, benevolencia (‘le pusieron empeño’, ‘son detalles’), falta de compromiso, falta de seriedad, desinterés, subestima del sujeto, poca exigencia, mediocridad, mercantilismo, etcétera. Lo cierto es que por algún motivo se ha comenzado a comentar, con inquietud, la facilidad con la que se obtiene una “Distinción Máxima” en un examen de grado.

Yo, por mi parte, prefiero pensar “positivo” y aceptar que los alumnos egresados de la facultad tuvieron un excelente desempeño en el desarrollo y defensa de su tesis; que realmente su trabajo significó un aporte a la educación chilena, un ‘hito’ -no faltan los profes que se emocionan- en nuestra pequeña historia pedagógica; que tanto el documento como la defensa misma no presentaron baches de ningún tipo, que era ‘sólido’, ‘redondito’, ‘acotado’; sin errores de redacción, ortografía, ni problemas de dicción; y, por último, que la performance estuvo a la altura de tan trascendental ceremonia académica.

Obviamente no faltarán los pesados de siempre, los criticones que todo lo encuentran mal; ésos que pretenden que la pedagogía se viva en la universidad, en la praxis, esa palabrita que le suena tan lindo al Sr. Yo-Yo, y que quieren que los docentes los traten como adultos, que los escuchen con respeto, que acepten sus opiniones sin que el catedrático haga notar sus títulos y más títulos. Prefiero no escucharlos.

No quiero ni imaginarme qué pasaría con mis expectativas como alumno de pregrado, y futuro tesista, si fuera cierto que la idea es mantener un nivel de exigencia bajo para no ahuyentar a los alumnos “colaboradores” (así los llama un profe, con justa razón), o pretender mostrar que los alumnos egresados son de lo mejor (‘¡Prefiera lo nuestro!’) y que es una buena forma de hacer marketing (y el desempeño posterior?... no se relaciona con la U de donde proviene?). Esta sería la respuesta al por qué los profesores dejan que los alumnos se manden tantas cagadas en cada ponencia, dejando pasar solecismos, modismos informales, transparencias impresentables, incongruencias y otros ‘detalles’; ni hablar de los trabajos de ‘investigación’. Pero me resisto a aceptarlo! No puede ser ésa la intencionalidad que se oculta detrás de este hecho.

Sabido es –supongo- que todo alumno de pregrado aspira a obtener una ‘Distinción Máxima’ en su tesis, gracias al esfuerzo en proponer algo realmente profundo, que sea un verdadero aporte a la filosofía de la educación y dispuesto, incluso, a asumir los riesgos que su apuesta implique, considerando que existen temas que son ‘vedados’ para un alumno; como lo reflejan las reacciones de docentes que frente a una propuesta de tesis que aborde aspectos políticos o ideológicos se espantan por las implicancias, ‘posibles puertas cerradas’, ‘poderes fácticos’, etc., y sugieren temas ‘más simples’, ‘para no meterse en problemas’.

Es de esperar que en la etapa final –y durante todo el proceso de formación- del alumno de pregrado se pueda ver materializada la frasecita aquella que todos cantan “Por el desarrollo libre del...la la la”, aunque esa frase es seguida por una orden cuasi militar “Arriba, de pié!”, lo que se puede leer como que el espíritu no se puede desarrollar de otra forma, ni sentado, ni acostado –interesante no?- sino que sólo parado; yo prefiero leerlo de otra manera, y pensar que se refiere a “la actitud”, el libre desarrollo del espíritu debe enfrentarse con una disposición enérgica, sin letargo, sin pasivismo, con fuerza, y con la frente en alto, mirando a los ojos –no a la retroproyectora-, de pié!, mirando al frente, al futuro, y firme! para evitar caídas, sólo para evitar que sean muchas, porque nuestra especie se caracteriza por sacarse la cresta a menudo, a equivocarse –el Sr. Yo-Yo pertenece a la misma especie?- con la capacidad de corregirse y, a la larga, de evolucionar.

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